domingo, 24 de agosto de 2014

Día 17: Tarde en la Plaza Durbar de Kathmandú.

Tras dejar las cosas, tocaba dar un paseo por Kathmandú y visitar sus monumentos. Una de las ventajas del Hotel Ganesh Himal es que está a dos pasos de los principales atractivos, por tanto no hace falta taxi.

En esta ocasión estamos siguiendo para Nepal la Lonely Planet, la cual recomienda un paseo que comienza en la plaza Thahiti Tole y termina en plaza Durbar.

             

De primeras da la sensación de que estupas y templos, nos vamos a hartar de ver. En el trayecto vana apareciendo de lo uno y de lo otro a izquierda y a derecha. 

               

Las estupas nepalíes tienen como característica que todas tienen un par de ojos en cada una de las cuatro caras. Estos ojos son los ojos de Buda que observan todo lo que hacemos!!!

                                      

Un par de kilómetros de caminada entre coches, motos, bicicletas, vendedores ambulantes con su carrito, rickshaw... Quien da más !! Con tanto embrolló es el peatón el que tiene más posibilidades de llegar a la plaza Durbar en primera posición,

                             

Para acceder a la plaza los extranjeros tenemos que pagar 750 NPR, unos 6€. Este precio es sólo para un día... Importante: si quieres puedes trasformar tu entrada en un pase para todos los días de estancia en Kathmandú sólo tienes que ir a la oficina del sitio, y pedir una ampliación. Es imprescindible una foto de carnet y el pasaporte. Con este sencillo trámite podrás entrar y salir siempre que quieras de la plaza, por tantos días como te dure el visado.

   

La plaza Durbar de Kathmandú es un gran recinto donde se reúnen una gran cantidad de templos y palacios. Por desgracia la mayoría de ellos están cerrados al público y no se pueden visitar.

    

   
       
    


                  

                   

Lo ideal para apreciar bien esta sincronía de edificios después de haber caminado un rato y es hacer lo que hacen muchos nepalíes, subirse por las escaleras a uno de ellos y ver la vida pasar. La perspectiva es totalmente diferente. Se pueden ver a "personajillos" dando vueltas, vendedores de verduras, guías intentando captar turistas...


                         

   

          


Uno de los pocos edificios que se puede visitar es el Kumari Bahal. Sin duda es una historia genial! La Kumari es una niña diosa, una divinidad real venerada al nivel de otras imágenes de Buda, por ejemplo. Para acceder a niña diosa, se convoca a todas las niñas del valle con 4 años de edad, se van seleccionando o eliminando dado que tiene que cumplir con 32 características físicas, además de tener un horóscopo adecuado. Una vez se tiene el número de finalistas, se las lleva a todas a una sala con poca iluminación y se las intenta asustar con máscaras y cabezas horrorosas de cabeza de búfalo, sólo una auténtica reencarnación de Durga será capaz de estar en calma. Como último paso para saber si la niña es la diosa que se está buscando, se le presentan distintos objetos mezclados de la Kumari anterior y que no tienen relación. Una auténtica diosa sabrá elegir los objetos de otra diosa.

                                

En el interior del edificio hay un patio, que es el único lugar donde ser puede acceder. La niña diosas e asoma de vez en cuando, en general cuando hay grupos grandes de turistas, se asoma por el balcón durante un par de minutos y luego se vuelve a meter. No se puede fotografiar pero hemos conseguido la imagen que está por todos lados. Hemos tenido la suerte de estar en la sala cuando había un grupo grande de asiáticos y se ha asomado!! Los cuidadores pegan gritos para evitar las fotos, es una diosa!! La visita es gratis, pero si se asoma, los cuidadores te piden que pongas una donativo en una urna.

       
       
    

                                     

Aunque sean unas diosas, la vida de las Kumari tampoco es tan bonita. Cuando son elegidas vivirán en palacio con su familia hasta su pubertad, llegado ese momento serán substituidas por una nueva Kumari de 4 años y así sucesivamente. La actual diosa tiene 9 años, así que ya se comienza en pensar en una nueva elección. Cuando acaba su tiempo como diosa recibe una buena dote, y vuelve a ser una mortal. En total sale de palacio unas seis veces al año, y es paseada y adorada en sus apariciones.

















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